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Mujeres Alpinistas

Wanda Rutkiewicz

El alpinismo, pese a ser una actividad relativamente moderna, se le ha considerado siempre como una práctica eminentemente masculina. La historia del alpinismo femenino se remonta al año 1808 cuando la francesa Marie Paradis se convierte en la primera mujer en escalar la montaña más alta de Europa, el Montblanc, con sus 4.807 metros de altura, contra todos los pronósticos y los prejuicios de la época. Se dice que cuando otras mujeres de Chamonix, lugar donde nació Paradis, le preguntaron para qué hacer algo así, ella les respondió que fueran a averiguarlo por sí mismas.

La historia del montañismo está llena de mujeres alpinistas. Lucy Walker es la primera en escalar el monte Cervino, en 1871. La estadunidense Annie Smith Peck, a sus 47 años, consiguió todo un record de altura en su género al alcanzar las cumbres del Popocatépetl y del Pico de Orizaba, patrocinada por el periódico The New York World cuyo director en ese entonces era el célebre Joseph Pulitzer. Esta fascinante mujer, profesora de latín, intentó en distintas ocasiones conquistar el Huascarán, en Perú y contaba con 60 años cuando intentó ascender el volcán Coropuna (Perú) creyendo que era más alto que el Aconcagua. Y si bien no logró llegar a la cima, clavó una bandera en una cumbre menor en la cual se leía la siguiente inscripción: «Votos para la mujer».En 1899, la estadunidense Fanny Woricman se convirtió en la primera mujer alpinista en el Himalaya al alcanzar junto con su esposo una altura de casi 7.000 metros en el Karakorum. Casi una década después, en 1907, se funda en Escocia el primer club femenino de montaña en el mundo, el Ladies Alpine Club; y en 1918 Suiza hizo lo propio al crear el club de montaña femenino Schewiezerische Alpen Club. En 1940 la francesa Adriana Bance consiguió llegar a la cima del Aconcagua (6.959 m), donde moriría en otro ascenso cuatro años después.

En 1960, en el Monte Rosa, macizo montañoso ubicado entre Italia y Suiza, se realizó un ascenso femenino en masa conocido como «De las 100 mujeres». En él participaron 114 italianas, tres suizas y dos austriacas. Excepto siete, todas las demás llegaron a la cima del Gnifetti (4.554 m). En 1975 la japonesa Junko Tabei conquistó la cima del Everest (8.848m), siendo la primera mujer en la historia en conseguirlo. Apenas once días después, otra mujer imitó el récord, la tibetana Phantog.

La polaca Wanda Rutkiewicz, considerada por muchos como la más grande alpinista del siglo XX, fue la primera mujer en conquistar el K2, en 1986. Después de este ascenso, logró conquistar la cumbre de siete de las montañas de más de ocho mil metros. Wanda murió entre el 12 o 13 de mayo de 1992 en el Kanchenjunga. El alpinista mejicano Carlos Carsolio se encontraba casualmente ahí, intentando escalar la misma montaña. Cerca de las 3:30 am del 12 de mayo, desde el Campo IV situado a 7.950 metros y después de unas doce horas de escalada y con una fuerte nevada, Carlos alcanzó la cima. De bajada se encontró con Wanda a unos 8.300 metros. Ella decidió pasar la noche allí y retomar la subida al día siguiente. Nunca más se la volvió a ver. De haber conseguido la cumbre, hubiera sido su noveno «ochomil».

Mejicanas en la cumbre

México cuenta con dos grandes exponentes en el alpinismo femenino: Karla Wheelock, quien el 27 de mayo de 1999 se convirtió en la primera mujer latinoamericana en alcanzar la cumbre del Everest por la cara norte. Es considerada la mejor alpinista mejicana de todos los tiempos, y logró conquistar lo que en el mundo del alpinismo se conoce como el «Grand Slam»(«Siete Cumbres»), que consiste en ascender las montañas más altas de cada continente. Las reflexiones sobre el alpinismo de esta tenaz mujer entrañan una verdadera filosofía de vida: «Una cumbre no engrandece por sí sola. La persona que hace cumbre tiene que tener consigo ciertos valores antes de subir. La experiencia de montaña no va a dárselos. Cuando descendemos de una cumbre no tenemos ni más oro, ni más inteligencia. Escalar es como la vida. Primero adquirimos experiencia. De la experiencia adquirimos conocimiento. De la experiencia y el conocimiento adquirimos sabiduría. Y de la experiencia y conocimiento y sabiduría adquirimos, con un poco de suerte… madurez».
Elsa Ávila participó en por lo menos ocho expediciones al Himalaya y conquistó la cima del Everest por el lado sur en 1999. Ingeniero civil de profesión, esta mexicana es ahora empresaria, conferencista y madre de familia. La vida la ha colocado ante un reto más importante. Al practicarse unos estudios médicos después de convalecer de una operación, se le detectó un problema cardiaco que la obligó a utilizar un marcapasos y a abandonar el montañismo: «Pasé de escalar montañas a no poder subir escaleras», comenta con cierto humor.

Todas estas mujeres valientes han marcado la historia del alpinismo, algunas visionarias, otras adelantadas a su propio tiempo. Muchas de ellas entregaron su vida haciendo lo que más les gustaba, de todas las edades, estratos sociales o nacionalidades ya que el montañismo es una práctica universal. Supieron dejar atrás los prejuicios, barreras, estigmas, violencia y desprecio por parte del «sexo fuerte». Y le demostraron al mundo que la mujer es capaz de realizar verdaderas hazañas con tal de llegar hasta donde sólo muy pocos se atreven y donde se es verdaderamente libre: la cima de una montaña.

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