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Radiografía de las mujeres emprendedoras

La mayoría de las empresas en América Latina son fundadas por hombres. No obstante, el número de emprendedoras está creciendo en la región, según datos de la Cepal. ¿Qué motivaciones tienen, con qué capital y herramientas se inician, qué rubros prefieren, qué obstáculos enfrentan y qué ventajas tienen las mujeres a la hora de emprender? Casos y experiencias de una tendencia que se consolida en la Argentina.
El vaso puede estar medio lleno o medio vacío, según cómo se mire. La mitad llena es que la participación femenina en el mercado laboral creció sostenidamente en América latina en la última década hasta alcanzar un promedio del 56% de la población económicamente activa. La mitad vacía, que la actividad emprendedora de las mujeres es baja y se enfoca a proyectos de supervivencia, que generan poco valor agregado y empleo. Estas conclusiones surgen de un reciente estudio de la Cepal, realizado por la investigadora Lidia Heller. El informe, titulado “Mujeres emprendedoras en América Latina y el Caribe: realidades, obstáculos y desafíos”, señala que los emprendimientos liderados por mujeres tienen mayores dificultades para acceder al crédito, en tanto que enfrentan obstáculos adicionales como las responsabilidades familiares inequitativas y falta de modelos de liderazgo femenino, entre otros.

Casi una de cada cuatro mujeres que trabaja en la región lo hace por cuenta propia (22%), según la Cepal. Pero la mayoría de ellas lo hace en el sector informal (ver gráfico). En tanto, la participación femenina en las actividades empresariales es escasa. Sólo un 2,8% de las mujeres que trabaja es empleadora (frente a un 5,8% de varones). Con todo, esta cifra es más alta que el promedio global (1,8 % según la OIT). Una vez más, la noticia puede ser buena o mala según con quien se compare. Por otra parte, cuando se analiza la estructura de las empresas familiares en la región, se observa una alta participación femenina, aunque muchas veces informal y por lo tanto invisible. Según un estudio de la consultora en planificación patrimonial y sucesoria CAPS, “en el 80% de empresas familiares de primera generación, la mujer del fundador tiene injerencia en los negocios”. Y más específicamente, “el espacio que ellas ocupan tiene que ver con el manejo de la caja”, destaca su titular, Leonardo Glikin.

Esta falta de “visibilidad” tiene que ver, en la opinión de Lidia Heller, con “el concepto de división sexual del trabajo que encasilla a las mujeres en tareas sin reconocimiento social” y, muchas veces, tampoco monetario. De ahí que, “a igualdad de condiciones educativas, de trayectoria y antecedentes con relación a los varones, las mujeres suelen ocupar empleos más precarios y peor remunerados”, dice la investigadora.

Saltar el cerco

Para muchas mujeres, el autoempleo y la generación de un emprendimiento propio se convierten en una alternativa frente a la imposibilidad de ascender en una organización o de encontrar un trabajo acorde con su preparación. Esta necesidad, junto con el deseo de compatibilizar el trabajo con su vida personal y familiar, constituyen las principales motivaciones de las mujeres a la hora de emprender. En esto suelen diferenciarse de sus pares masculinos, cuya motivación principal suele pasar por la realización personal y la ganancia económica.

“Todo proyecto independiente tiene la ventaja de poder armarse a tu medida, acelerar o desacelerar cuando una lo considera necesario, y poder teñir el día a día con un estilo propio”, dice la diseñadora de indumentaria Mariana Dappiano, quien luego de trabajar varios años para otras marcas, decidió en 2001 crear la suya. Empezó junto a un socio, con una inversión de 60.000 $/u$s. Hoy tiene seis empleados, y además de vender en su local de Palermo viejo, lo hace en negocios multimarca de todo el país. También exporta a Bolivia, Uruguay y Chile. “Siempre fue mi objetivo tener mi propia empresa, lo difícil es lograr perspectiva cuando se trabaja por cuenta propia. Por eso, considero importante buscar segundas opiniones en personas idóneas que puedan asesorarme”, destaca.

Para Inés Arribillaga, psicóloga del trabajo, creadora de la Red de Mujeres Emprendedoras (www.emprendedorasenred.com.ar) y asesora del programa para emprendimientos en la Fundación Ariel (www.fundacionariel.org.ar), “los emprendimientos liderados por mujeres no están regidos por el patrón masculino”. Los negocios liderados por varones se centran en aspectos financieros y económicos y tienen la exigencia de evaluaciones de inversiones y rentabilidad. En cambio, “las mujeres emprendedoras, sin desestimar los logros económicos, priorizan la calidad de vida”, destaca Arribillaga. De este modo, ellas “tratan de hacer avances progresivos, con inversiones modestas, dado que no suelen contar con un capital importante y no quieren arriesgar lo que tienen”.

Al armar un emprendimiento, agrega, “la mujer suele recurrir a sus propios recursos: conocimientos, gustos, formación educativa, inquietudes y experiencias de vida. Y, por sobre todo, busca integrar la vida personal y familiar con su negocio o profesión”.

Mujeres orquesta

Luego de trabajar más de 15 años en agencias de publicidad y marketing, a mediados de 2009, Marta Cruz decidió que era buen momento de tener una empresa propia. Así fue que renunció a su cargo como directora regional en una compañía multinacional. Se unió a dos ex compañeros de trabajo que estaban embarcados en un proyecto basado en las nuevas tecnologías: crear una agencia digital especializada en marketing en redes sociales. Juntos fundaron Nextperience, una compañía pensada para actuar en el mercado local, regional e internacional. Actualmente, emplea a 15 personas, pero piensan duplicar ese número en los próximos seis meses.

“Desarrollar una empresa desde cero implica definir todo: los valores, quiénes serán tus socios estratégicos, entre cientos de otras cosas”, dice Cruz. Al mismo tiempo, señala que “iniciar una empresa es como tener un hijo. Surge la energía positiva de manera espontánea: le dedicás un montón de tiempo a ese proyecto y te entusiasma ver cómo crece día a día”, asegura.

Si algo caracteriza a las emprendedoras es su capacidad de adaptarse a todo tipo de circunstancias y asumir varios roles al mismo tiempo. “La magnífica condición femenina de ser madre, esposa, trabajadora y directora de orquesta es esencial para emprender”, dice Noemí Baruj, titular de Activity Management, consultora de Recursos Humanos y Calidad de Vida. “Sin embargo -advierte la especialista-, esta polivalencia la lleva muchas veces a recargarse de funciones y no saber delegar, ni siquiera tareas menores. Así como busca financiamiento, negocia con los clientes y proveedores, se ocupa de la papelería, decora el local, selecciona la personal, lleva el control contable y arma el plan de marketing, lo cual puede llevar a un desgaste y un estrés innecesario”.

Obstáculos e incentivos

De acuerdo al estudio de la Cepal, el grupo más numeroso de mujeres emprendedoras tiene entre 31 y 45 años. En esta franja etaria, la edad productiva y reproductiva se yuxtaponen. El porcentaje de mujeres casadas es superior entre las emprendedoras (31%) que entre las ocupadas en general (27%), lo que abonaría la tesis de que el emprendedorismo brinda mayores facilidades para compatibilizar la vida personal y familiar. En tanto, éste como otros estudios, destaca que “las emprendedoras presentan mayor nivel educativo que sus pares varones”.

En cuanto a los sectores en los que prefieren montar su empresa o negocio, la amplia mayoría se concentra en el comercio minorista y la prestación de servicios, muchas veces relacionados con la identidad femenina: salud, belleza, educación. Esta preferencia también está ligada a las menores exigencias en términos de capital inicial e infraestructura que requieren estas ramas de actividad.

El tamaño de las compañías que se funda también es diferente según el género. En general, las mujeres se dedican a microemprendimientos con menos de cinco empleados. En definitiva, a la hora de emprender, ellas cuentan con menor capital y crean empresas más pequeñas.

La cantidad de trámites y el tiempo que lleva hacerlos son un factor muy tomado en cuenta por las mujeres a la hora de fundar un negocio o empresa. La Argentina, con un promedio de 31 días de trámites para abrir una empresa según el reporte Doing Business del Banco Mundial, se encontraría a mitad de la tabla del ranking de dificultades para hacer negocios. En los Estados Unidos, ésto se logra en seis días, mientras que en Brasil puede llevar hasta 152 días. El tema es que una elevada burocracia no sólo implica mayores costos, sino que también lleva a que muchas emprendedoras inicien su actividad sin tener todos los papeles en regla. Esta informalidad inicial puede dejarlas al margen del mercado de créditos, de operar con proveedores y clientes importantes y, en definitiva, se vuelve un obstáculo para que el emprendimiento crezca.

En este sentido, Internet vino a aportar una solución a la hora de lanzarse a emprender, dado que una cantidad de trámites y averiguaciones puede hacerse online sin necesidad de perder tiempo en traslados. Pero no sólo por eso, sino que las tecnologías móviles permiten deslocalizar el trabajo y para ello tener manejar los propios tiempos con mayor flexibilidad. Además, brindan la posibilidad de conectarse con otras emprendedoras y trabajar en red, lo que contribuye ciertamente al éxito de todo emprendimiento.

Fuente: Cronista.com
*Por María Gabriela Ensinck

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