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¿Por qué lo llaman techo de cristal cuando es una losa de hormigón?

Fuente: El País

Autora: Laura  Sagnier

La posición de desequilibrio que enfrentan muchas mujeres en su ámbito privado inevitablemente termina afectando también a su ámbito profesional.

Son muchos los agentes sociales que están preocupados por la desigual situación a la que se siguen enfrentando las mujeres con respecto a los hombres en el mercado laboral, a pesar de los grandes avances que se han implementado en muchos ámbitos para corregirla. Las cuestiones que se escuchan al respecto son muy variadas. ¿Por qué la brecha salarial entre hombres y mujeres sigue existiendo a pesar de las legislaciones vigentes? ¿Qué explica que, si entre los matriculados en las escuelas de negocio la mitad o más son mujeres, todavía son tan pocas las que están en los órganos de gestión de las compañías públicas y privadas? ¿Por qué en compañías privadas que llevan años diseñando e implementando planes de igualdad la proporción de mujeres en sus cúpulas directivas sigue siendo tan reducida?

En la bibliografía disponible sobre este tema, la barrera que emerge con mayor consenso es el “techo de cristal”: se refiere a las barreras invisibles que se dan en las organizaciones y que dificultan e incluso en algunos casos impiden que las mujeres que lo deseen alcancen puestos directivos o de mayor responsabilidad. En un segundo plano, se habla también del “suelo pegajoso”: la barrera que se deriva del cansancio que experimentan muchas mujeres por el hecho de estar realizando, los días laborables, una doble jornada, la de su ámbito laboral y la de su ámbito doméstico.

Sin embargo, a la vista de los resultados de las dos investigaciones que he llevado a cabo, en España y en Portugal, para entender en profundidad cómo son, qué piensan y cómo se sienten las mujeres, deberíamos replantearnos, por un lado, si éstas son las dos únicas barreras por superar y, por otro, si la importancia relativa que se les está otorgando a una frente a la otra es la adecuada.

Según ambas investigaciones, tanto en España como en Portugal, el principal obstáculo al que se enfrentan muchas mujeres que están activas en el mercado de trabajo para escoger con plena libertad cómo enfocar su ámbito profesional no se encuentra en su puesto de trabajo, sino que se sitúa en su propio hogar.

En más de la mitad de las parejas en las que ella está activa en el mercado laboral, se produce a diario una situación de gran desequilibrio entre el peso que soportan ella y él en la realización de las tareas no remuneradas que les afectan (la casa y, si los tienen, los hijos o las personas adultas dependientes). De forma que, los días laborables, muchas mujeres, sobre todo a partir del momento en que tienen hijos, se ven obligadas a realizar una doble jornada, en su puesto de trabajo y en casa, mientras que su pareja y padre de sus hijos se limita a su jornada laboral y a poco más.

¿Cuáles son las consecuencias de este desequilibrado reparto entre los dos miembros de la pareja? De forma muy resumida: como el día tiene 24 horas, ellos disponen de más tiempo para sus cosas, por lo que consiguen “recargar sus pilas” mejor, estar en mejor forma física y emocional, y, a largo plazo, tener mayor independencia económica que ellas.

¡Porque este es sin duda alguna un pez que se muerde la cola! Y la posición de desequilibrio que enfrentan muchas mujeres en su ámbito privado inevitablemente termina afectándoles también a su ámbito profesional. Veamos. Si una mujer que está activa en el mercado de trabajo se siente agotada por falta de tiempo para “recargar sus pilas”, ¿cómo va a llegar a su puesto de trabajo con la misma agilidad física y mental que los hombres de su equipo? ¿Durante cuánto tiempo podrá esta mujer aguantar el esfuerzo que requiere ser igual de productiva que sus compañeros hombres? ¿Quién tendrá más posibilidades de que le ofrezcan un ascenso, con el correspondiente aumento en la retribución, ella o uno de sus compañeros de trabajo?

¿Y si le ofrecen un ascenso, se sentirá ella con fuerzas para aceptar un puesto de mayor responsabilidad? ¿Quién tendrá más posibilidades de acogerse a una reducción de jornada para el cuidado de un menor, con el consiguiente ajuste del sueldo en el momento de ser madre o padre? ¿Cómo afectará esta reducción de jornada a su pensión? ¿Qué pasará con el espacio cedido, tanto en horas como en euros, en el ámbito profesional si su relación de pareja deja un día de funcionar? En resumen, si las parejas no son igualitarias en su ámbito privado, lograr la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres en el ámbito profesional se convierte en una utopía.

Por lo tanto, es imprescindible cambiar el discurso más comúnmente aceptado hasta la fecha. Mi propuesta es colocar al “suelo pegajoso” como la barrera prioritaria a resolver y además rebautizarlo para dotarle de la relevancia que en realidad tiene. ¿Qué tal si lo llamamos “losa de hormigón”?

El principal obstáculo al que se enfrentan muchas mujeres para escoger cómo enfocar su ámbito profesional se sitúa en el hogar

Es una losa porque la sobrecarga de trabajo que experimentan muchas mujeres en su ámbito doméstico, sobre todo cuando tienen hijas o hijos pequeños u otros dependientes a su cargo, son una carga dificilísima de sobrellevar. Carga que tiene por costumbre empeorar con el paso del tiempo no solo porque se va volviendo cada vez más pesada, sino porque la mujer que la soporta va perdiendo capacidad de aguante. Con demasiada frecuencia, esta losa termina erosionando tanto la salud física como la emocional de muchas mujeres.

Y es de hormigón porque los estereotipos y los roles que se asignan a cada género se han ido perpetuando generación tras generación, de forma sutil y subliminal, y desde que nacemos, por lo que la mayoría de las mujeres y los hombres los tenemos completamente interiorizados. Muchas mujeres no son ni siquiera conscientes de la dimensión del peligro al que se enfrentan al asumir este desequilibrado reparto de las tareas domésticas. Por lo tanto, dinamitar esta “losa de hormigón” será un esfuerzo titánico de deconstrucción en el que la educación, en el más amplio sentido de la palabra, jugará un papel fundamental.

La buena noticia es que, a medida que se vaya consiguiendo dinamitar esta “losa de hormigón”, también irá desapareciendo el “techo de cristal”. Porque en cuanto la carga de las tareas no remuneradas del ámbito doméstico se vaya repartiendo de forma igualitaria entre el miembro femenino y el masculino de la pareja, ambos tendrán la misma necesidad de conciliar su vida profesional con la privada. En consecuencia, muchos de los directivos hombres que hoy viven completamente ajenos a esta necesidad, empezarán a entender que algunas de las prácticas empresariales que hoy se entienden como “lo normal” habrán quedado obsoletas.

Si las parejas no son igualitarias en su ámbito privado, lograr la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres en el ámbito profesional se convierte en una utopía

Por deformación profesional, estoy convencida de que un problema bien definido es un problema medio resuelto. Por lo tanto, confío en que, si todos los agentes sociales centran sus esfuerzos en darle a la “losa de hormigón” la visibilidad y la relevancia que tiene y buscar mecanismos que permitan dinamitarla, estaremos sentando las bases para lograr por fin que las mujeres tengan las mismas oportunidades que los hombres en todos los ámbitos de la vida.

Es evidente que queda mucho por hacer en cuestión de coeducación en los colegios y universidades; y mucho que mejorar tanto en el diseño como en la ejecución y control de los planes de igualdad de las compañías; y que también hay espacio de mejora en el tratamiento que se da a las cuestiones de género en los medios de comunicación y en el ámbito de los poderes públicos. Pero que nadie lo olvide: tú también puedes y debes poner de tu parte.

La igualdad debe empezar en casa.

Las parejas han de formar “equipo” en todos los ámbitos que comparten.

La “corresponsabilidad” y la “coeducación” son imprescindibles.

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