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Noruega: Se resquebraja el techo de cristal

En Noruega rige un cupo femenino por ley en los directorios de las empresas. Noruega encabeza el ranking del índice de desarrollo humano, mediante el cual se mide el bienestar de los estados, y es el país de mayor crecimiento en los últimos 50 años. No obstante, ha debido imponer por ley, desde 2003, la participación de un 40% de mujeres en los directorios. Otorgó un plazo de adecuación de tres años para las empresas públicas y cinco para las compañías que cotizan en Bolsa. Los resultados de hoy señalan una modificación importante: al aprobarse la ley sólo el 7% de los puestos en los directorios estaban ocupados por mujeres. Ahora el porcentaje subió al 44 por ciento.

La iniciativa perteneció a un político conservador, Ansgar Gabrielsen, por entonces ministro de Industria, y los fundamentos están bastante lejos de las propuestas de igualdad de género, una bandera largamente esgrimida por los partidos de izquierda. «Se trata sobre todo de un asunto financiero. Las mujeres son, al menos, el 50% de los licenciados universitarios. No hay motivo para desperdiciar su talento, su formación, en la que además invertimos, y que luego no estén en los directorios. Es de lógica, no tiene nada que ver con la ideología política», aclaró Gabrielsen en una nota del diario El País, para que no quederan dudas. La razón, que aporta el propio Gabrielsen, es que los hombres tienden a elegir a otros hombres, como si fuera un club.

La medida no alcanza a las pymes, que mantienen el mismo 7% que cuando se promulgó la ley para las corporaciones.

En el resto de Europa

Era de esperar que la novedosa exigencia creara una buena cantidad de controversias, diluidas en su mayor parte en la actualidad. Otros países de la Unión Europea, como Francia, España, Bélgica, Italia e Islandia, se encuentran en camino de proyectos similares.

Es que, en verdad, el tema tiene aristas de discusión interesantes. Los antecedentes de discriminación de las mujeres respecto de los puestos de más alto rango son ancestrales y tal vez se relacione con esa curiosa e infundada analogía de la competitividad empresarial con la guerra. Aunque en el siglo que transcurre ya no se necesita la musculatura para defender a la tribu de los enemigos, la asociación de ideas continúa vigente. De hecho, en las estructuras militares -una de las organizaciones que más conservaron la tradición masculina- han cambiado radicalmente e incorporaron al género femenino en sus cuadros de combate. Sin embargo, a Kristin Skogen Lund, presidenta de la empresa noruega NHO, no le gusta la ley de cuotas porque «es intervencionista; lo mejor sería una autorregulación». Aunque al mismo tiempo reconoce que la ley funcionó.

En el otro extremo del planeta, en el Cono Sur de América, el acceso de las mujeres a puestos altos ya tiene algo de historia acumulada, en especial en los cargos políticos. Es un avance importante que puede servir como modelo para que las corporaciones vayan rompiendo cada vez más con los viejos paradigmas de selección por género. Pero hay bastante camino para recorrer todavía.

Lo que resulta realmente apasionante es verificar, una vez más, cómo los cambios de la sociedad se introducen, quiérase o no, en las empresas.

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