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Adiós a la culpabilidad de la madre trabajadora

Nuevos estudios destierran el arquetipo de que el acceso de la mujer al mercado laboral perjudica a sus hijos – El tiempo de dedicación de quien no trabaja es de solo 11 minutos diarios más. La culpabilidad ha acompañado a las generaciones de madres que han roto con el modelo de ama de casa y se han puesto a trabajar. Pero el análisis estadístico y nuevos estudios demuestran que el niño no padece por ello. Una madre o un padre trabajador dedican al cuidado de su hijo solo 11 minutos menos que el que está en casa. Y la calidad de la atención es el valor en alza.

Lola Campos, tiene 55 años y es concejal de Infraestructuras en el Ayuntamiento de Zaragoza. En 2003 adoptó a una niña en India que volvió su vida del revés. «Intenté apurar cada año desde que mi reloj biológico empezó a funcionar pero el compañero perfecto no llegaba y decidí hacerlo sola», relata. Desde entonces compatibiliza las labores consistoriales con la maternidad. «Los primeros meses no me dejaba dormir porque tenía terrores nocturnos, se resistía a meterse en la bañera y su miedo lo convertía casi todo en una lucha», recuerda. «Tenía un estrés enorme, pero ha merecido la pena». Ocho años después, la estabilidad se ha instalado en su hogar pero la culpa no cesa: «Mi hija es feliz, ni se acordará de lo mal que lo pasamos al principio, pero siempre me pregunto si el día de mañana me reprochará que trabajo demasiadas horas».

Como ella, miles de mujeres viven con el peso de la doble función: madres y trabajadoras fuera del hogar. El incremento de las tasas de empleo de las mujeres en las últimas décadas ha desencadenado un debate sobre si esta tendencia podría ser perjudicial para el desarrollo de los niños. Unos investigadores, dirigidos por Rachel Lucas Thompson, de la Universidad Macalester (Minnesota, EE UU), revisó el año pasado 69 estudios sobre los efectos de la vida laboral de las madres en el comportamiento de sus hijos. Los informes, publicados entre 1960 y 2010, sostenían que los niños cuyas madres trabajaban fuera de casa presentaban más problemas de comportamiento, agresividad, depresión, sobrepeso y peores resultados académicos. Sin embargo, Thompson constató que los hijos de madres empleadas obtuvieron mejores calificaciones y padecieron menos crisis de ansiedad que los niños de amas de casa.

Anne McMunn (University College, Londres), ratifica estos resultados con un nuevo estudio que desmitifica los efectos nocivos que tiene el trabajo de los padres sobre los hijos. McMunn y sus colaboradores hicieron el seguimiento de 18.819 niños británicos (nacidos entre 2000 y 2002) hasta cumplir los cinco años. Descubrieron que el ambiente familiar más beneficioso para los menores es aquel en el que los progenitores viven en la misma casa y tienen un trabajo remunerado. Pero hay diversidad de opiniones al respecto. «El hecho de que ambos progenitores tengan un empleo, suele obligar a los niños a pasar más tiempo fuera de casa. Comen en el colegio y se apuntan a un batallón de actividades extraescolares», señala el psicólogo Jesús Ramírez. «Los niños no están hechos para pasar de clase de piano a natación y de ahí a inglés. Necesitan reposo», añade.

«En otros casos, se quedan a cargo de los abuelos, que dejan de serlo para ejercer de padres, a pesar de que algunos de ellos ya son dependientes. Cuando los chicos pasan a la preadolescencia, se convierten en niños llave, que llegan a su casa y permanecen solos mientras no están sus padres. Eso les invita a pasar mucho tiempo frente al ordenador, conectados a redes sociales donde hablan solo con chicos de su edad, sin ningún referente adulto«, dice Ramírez.

«La cuestión es que, a veces, los progenitores llegan cansados y cada uno se queda contemplando una pantalla distinta o los llevan a un centro comercial para aprovechar y hacer la compra. Estos hábitos fomentan el consumismo y hacen que se sientan solos«, critica Jesús Palacio, catedrático de Psicología Evolutiva de la Universidad de Sevilla.

«No es lo mismo que los padres le dediquen poco tiempo a sus hijos a que pasen de ellos«, especifica Ramírez. «El tiempo de dedicación a los hijos puede ser escaso de calidad o extenso, pero sin prestarles atención. Esto último genera problemas psicológicos y funcionales, pero precisamente la agresividad y la hiperactividad no son asuntos por los que se pueda pedir responsabilidades a los padres, puesto que tienen una raíz fisiológica«, remata.

Los datos de la Encuesta del Uso del Tiempo que elaboró el Instituto Nacional de Estadística (INE), de 2006, refuerzan su teoría de que no existe una relación significativa entre el trabajo de los padres y el tiempo que dedican a sus hijos. Este informe distingue entre distintos tipos de tiempo dedicado a los niños: tiempo de cuidado primario básico (cuando la tarea principal es el cuidado de los hijos y se refiere a actividades fundamentales como darles de comer o bañarlos), tiempo primario de calidad (leer, jugar o ayudarles a hacer los deberes) y tiempo secundario (cuando la atención de los menores se compagina con otra labor como cocinar o fregar los platos). Según esto, las madres que trabajan fuera de casa priman el tiempo de calidad y lo compensan durante el fin de semana, de forma que ese tiempo difiere poco entre empleados y desempleados. El promedio está en 11 minutos diarios por hijo menor de 17 años en el caso de las madres que trabajan fuera del hogar, solo un minuto por debajo del que les dedican las amas de casa sin ocupación externa. Este resultado se asemeja al que obtuvo la socióloga Suzanne M. Bianchi en un estudio del año 2000 donde señalaba que, a pesar del crecimiento de las tasas de empleo de las madres en EE UU, el tiempo dedicado a los hijos se mantenía estable.

Algunas madres cuestionan el concepto tiempo de calidad y consideran que es imposible encorsetar el cuidado materno en clasificaciones estancas. «No creo que a mis hijos les aporte más que nos sentemos a ver una película a que les cante mientras ellos juegan y yo trabajo«, defiende Patricia Zafra, de Guadalajara. Tiene 29 años, un hijo de dos años, una hija de cuatro y dos ópticas. «Trabajo mucho, pero ni me planteo dejarlos en una guardería porque apenas los vería, así que me los traigo a la tienda. Preferiría llevarlos a la piscina pero, como no puedo, están aquí«, cuenta.

El 60% de las que trabajan fuera de casa considera que tener hijos es un inconveniente para el desarrollo de su carrera profesional, según el estudio Mujer e Igualdad de Trato. Análisis de la maternidad en la Unión Europea, dirigido por María Teresa López, vicepresidenta de la fundación Acción Familiar. El informe, con datos del INE y la Oficina Europea de Estadística, indica que un 51% de las mujeres que pueden trabajar no tienen hijos debido a la falta de conciliación laboral y familiar y a las jornadas laborales prolongadas.

«La maternidad no debe obstaculizar la carrera profesional de la mujer, ni el ejercicio de un trabajo remunerado debe de ser una barrera para tener hijos«, denuncia López. «La mejor política de natalidad es la creación de empleo. España es uno de los países europeos con mayor tasa de discriminación laboral de las mujeres con hijos y las parejas piensan más en no tener niños. Esto traerá un envejecimiento de la población que lastrará la economía aún más«, advierte.

Fátima Arranz, socióloga de la Universidad Complutense y colaboradora del Instituto de la Mujer, no está de acuerdo: «No creo que haya muchas mujeres que renuncien a la maternidad por trabajo. Puede que no quieran tener niños o que lo pospongan porque anteponen su carrera, pero conozco a chicas que se han atrevido casi sin recursos». Aún así, la diferencia entre los hombres y mujeres que dejan de trabajar al convertirse en padres alcanza los 30 puntos porcentuales en España.

Arranz defiende que la mujer se ha incorporado al mercado laboral «a pesar de los hombres» y que la culpa que recae sobre la conciencia materna se debe al egoísmo masculino. «Ellos palian sus ausencias responsabilizando a las mujeres de la crianza», dice.

Una madre empleada destina tres veces más tiempo al cuidado primario básico que un padre ocupado, según el estudio Mujeres y hombres en España, del INE.

«El modelo de familia era, hasta hace muy poco, el del hombre ganador del pan y mujer ama de casa. Todavía se cree que quienes rompen con la norma construyen hogares desestructurados», dice Amaia Pérez, economista que ha trabajado en ONU Mujeres. Nuria Chinchilla, del IESE Business School, considera que las empresas y el Estado tienen que implicarse para invertir la tendencia: «Las 16 semanas de baja por maternidad en España son ridículas en comparación con el año y medio remunerado que estipula la legislación finlandesa. Las madres también necesitan contratos a tiempo parcial, pero con opción a regresar después a su contrato a tiempo completo. No podemos renunciar a derechos laborales por los maternos».

Mayor implicación paterna

El Centro Internacional Trabajo y Familia, del IESE Business School, realizó un estudio, en el año 2003, con una muestra de 10.000 personas. Preguntaron a padres e hijos cómo influía el trabajo en su relación.

Los menores confesaron que preferían tener una madre que trabajase fuera de casa porque eso suponía más ingresos para la familia, mientras que los progenitores respondieron que la principal causa de conflicto familiar es la jornada de trabajo. Ellas se quejaban de que la conciliación doméstico-familiar es inexistente y apuntaron que la solución pasa por una mayor implicación paterna.

«La relación con la madre es insustituible, pero tenemos que aprender a delegar en los hombres. No somos superheroínas», aconseja la directora del Centro Internacional Trabajo y Familia, Nuria Chinchilla. «¿Qué lo hacen peor al principio? Ya aprenderán», dice con condescendencia.

El catedrático de Psicología Evolutiva de la Universidad de Sevilla, Jesús Palacio, apoya su postura: «Eso de que los hombres no están preparados biológicamente para criar a un niño es un cuento chino. Lo único que no podemos hacer es parir y amamantar».

Recuerda que los niños pueden desarrollarse adecuadamente en circunstancias muy diversas. «Los bebés necesitan mucha estabilidad durante los primeros seis meses. Lo más importante es que crezcan en una familia. No importa de qué tipo sea: una madre sola, un hogar en el que ninguno trabaja o una pareja en la que los dos están empleados y se turnan en los cuidados. Solo necesitan personas estables para crear un vínculo de apego», explica Palacio.

Este experto defiende que la implicación del padre en la crianza no solo contribuye a que el bebé se acostumbre a su presencia, sino que también pone en alerta al organismo masculino. Pone un ejemplo: «Muchos hombres insisten en que no son capaces de despertarse con el llanto del niño. Eso no es cierto. En cuanto el padre asume la tarea de levantarse a darle el biberón, los mecanismos neuronales se activan. Nuestro cuerpo evoluciona según las condiciones a las que lo sometamos y nos permite asumir cualquier tarea». Y advierte al resto de los padres: «Nosotros nos lo perdemos si no lo hacemos».

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