06 de Noviembre. Aniversario del cupo femenino. No hay mejor expresión del balance de los 20 años del cupo femenino que la foto de la Presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner en el balcón de Perón junto a la Presidenta de Brasil, Dilma Russeff. Esta histórica imagen, como bien dijo Cristina que “las feministas nunca imaginaron”; al menos yo no lo había imaginado. Ahora, esa foto tiene una historia en la que seguro la “ley del 30%”, hito en la historia de las mujeres en la política, tan importante como la ley del voto femenino, fue el piso que legitimo la presencia de las mujeres en el poder en estos años.
Quisiera hoy reivindicar y hacer memoria de la “pequeña o gran epopeya” que protagonizamos las mujeres políticas en esos tiempos.
La medida fue pionera a nivel internacional e incidió en promulgación de leyes en los países de la Región y de otras latitudes. Las acciones positivas hasta esos momentos se aplicaban dentro de los socialismos europeos, pero como normas internas de los partidos. En el caso de nuestro país, fue relevante el antecedente del 33 % de mujeres del primer peronismo, tradición perdida pero que actuó con memoria histórica para la sanción de la ley.
Hagamos memoria.
Con el advenimiento de la democracia, la participación de mujeres fue mínima y en forma decreciente. Ellas representaban solo el 5 % de los cargos legislativos al momento de tratar la ley.
En el peronismo hubo intentos de recuperar la cuota histórica, una enorme movilización de mujeres lo había reclamado en el año 1983. Luego, se intentó la reforma de la carta orgánica en la Capital Federal.
Ninguna de estas acciones obtuvo su objetivo.
Fueron las dirigentes históricas del radicalismo que en el ocaso de su gobierno propusieron una ley; y la Senadora Margarita Malharro de Torres le dio forma en un proyecto de reforma del código electoral avanzando primero en el Senado de la Nación.
Sin embargo, la ley no surge de un proceso de discusión de los partidos, menos aun de la sociedad. Una acción colectiva de mujeres políticas, que supimos construir el poder necesario para la sanción, fue su motor. Primero se obtuvo la media sanción del Senado, un gesto que tenía la convicción de quienes la votaron como un mero acto testimonial. Con la creación del Consejo Nacional de la Mujer, al año siguiente, se instaló el tema en la agenda pública. El CNM se encargó de coordinar el lobby entre la Comisión Asesora de Partidos Políticos , la decisión del máximo nivel del estado y la sociedad.
Una acción de mujeres peronistas logró el apoyo del oficialismo en el partido y el gobierno, y así se consiguió que se constituyera en un asunto público. Multitudinarios actos peronistas recorrieron distintos puntos del país. La más relevante reunió a 10.000 mujeres en Avellaneda, y 5.000 en la ciudad de Rosario, que demandaban la ley de cupo.
Desde el Consejo de la Mujer y la Comisión de Partidos Políticos se promovieron ámbitos multipartidarios que coronaron el día previo al tratamiento de la ley en una reunión con las legisladoras nacionales, provinciales y municipales de todos los partidos, con excepción de la UCD.
No sin piedras en el camino, y apostando a la movilización, sorteamos las oposiciones internas de toda la dirigencia partidaria y fundamentalmente del Ministro del Interior de esos momentos – con fuerte incidencia en el bloque oficialista- quien definía la suerte de la ley. De ese modo, llegamos a la noche del 6 de Noviembre.
La movilización de las mujeres exigió abrir las puertas del Congreso.
Hecho histórico, cinco mil mujeres -muchas con hijos, pancartas y mamaderas- obligaron a que el bloque oficialista descendiera al recinto bajo las consignas “Se siente, se siente Evita está presente”.
Habíamos logrado generar un hecho mediático: la televisión mostraba la foto del Congreso en el medio de un clásico de fútbol, pero a pesar de la visibilidad que el tema había cobrado, ya estaba expuesta la decisión política de hacer caer la ley. Fue necesaria la instrucción del Presidente que dispuso al Ministro del Interior que alineara al bloque de la mayoría para apoyar la ley. Y llegando a la madrugada del 7 de noviembre se votó.
Recuerdo la emoción, los abrazos entre nosotras y los cánticos que eran “y ya lo ve y ya lo ve para Adelina que lo mira por TV” (en alusión a Adelina Dalesio de Viola, opositora a la ley y dirigente de la derecha liberal, que ocupaba el cargo clave de secretaria de asuntos políticos del Ministerio del Interior, cuya presencia tanto nos ofendía a las peronistas),fueron nuestro canto de triunfo.
La ley de cupos fue el punto más alto de la unidad entre las mujeres. A la alianza de las mujeres peronistas, radicales y de partidos de la centro izquierda, sumamos a las compañeras del movimiento social de mujeres. El 30% tuvo un impacto simbólico y permitió fortalecer y abrir en muchos casos el debate sobre la condición social de las mujeres.
Lo que vino después, fue, por un lado, hacer cumplir la ley; y por el otro, impulsar políticas activas para remover las desigualdades de género. Se fortalecieron, entonces, los mecanismos gubernamentales con la creación de un “Gabinete de Mujeres” que impulsó la reglamentación de la ley del 30 % y se promovió la creación de un Plan de igualdad de oportunidades. Aun así su cumplimiento exigió una lucha tan intensa como la que habíamos dado para su sanción. No obstante, las acciones legales de impugnación en las primeras elecciones con el tiempo generaron una institucionalidad respetuosa del cupo mínimo.
Un espacio demostrativo del cumplimiento fue la Convención Constituyente de 1994, formada por un bloque de mujeres de 80 constituyentes de distintos partidos políticos, que dejaron su marca en la Carta Magna. La sociedad conoció a grandes dirigentes, entre ellas a la actual Presidenta, con una enorme presencia y grandes oratorias.
Las mujeres tuvieron un lugar significativo en aquel momento clave y aportaron normas antidiscriminatorias, y en muchos casos resistieron junto con el Consejo Nacional de la Mujer y las organizaciones no gubernamentales el intento de penalizar el aborto en la Constitución Nacional.
Quiero recordar cuales eran nuestras aspiraciones al momento de pelear la ley.
Primeramente, hacer cumplir el derecho a representar.
Segundo, generar una masa crítica que colaborara para modificar las relaciones de desigualdad imperantes para las mujeres.
Finalmente, la más controvertida, aportar a la crisis de representación política que ya imperaba en esos tiempos.
A 20 años, celebremos ante todo que la ley se cumple, y superó su piso, lo cual no es poca cosa, y hasta en forma paulatina se ven distritos donde las mujeres encabezan sus partidos. La ley legitimó la presencia de las mujeres en la política y abrió las puertas a la construcción de diversas formas de liderazgo. Se ve claramente también cómo toda la problemática de género se ha introducido en la agenda parlamentaria con avances impensados: por caso tomemos la legalización del aborto que sin lugar a dudas cuenta con las mujeres parlamentarias como principales impulsoras, aunque haya muchos varones comprometidos.
Respecto a aquella aspiración fundante de cambiar la política, nunca imaginamos la implosión de los partidos en la crisis 2001 y la remodelación de las formas de representación y selección de los candidatos. Conscientes de que el poder político está constituido por otros componentes además del género, las mujeres seguimos siendo lo más vulnerable y la militancia femenina no debe resignar la pelea por la representación genuina en la política.
Estos y otros desafíos están por delante, y creo que para todo el conjunto la dirigencia, tanto varones como mujeres, la prioridad será lograr una Argentina menos injusta y desigual, sin pobres.