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Empoderar a las mujeres para cambiar el mundo: lo que las universidades y la ONU pueden hacer

Discurso de apertura del 5º Coloquio Mundial de Presidentes Universitarios, pronunciado por la Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, Michelle Bachelet, en la Universidad de Pennsylvania, el 5 de abril de 2011.Presidenta Gutmann, distinguidos participantes e invitados: Es un placer haber sido invitada a pronunciar el discurso de apertura sobre el tema “Empoderar a las mujeres para cambiar el mundo: lo que las universidades y la ONU pueden hacer.”

Este tema no podría ser de mayor importancia. La educación superior, que solía ser privilegio de la élite, está cada vez más al alcance de la mayoría de las personas — incluyendo a las mujeres y a las niñas — en todos los países. La educación a todos los niveles, pero en especial la educación superior, da a las mujeres opciones y les permite pensar de manera independiente y ser agentes del cambio.

Porque el mundo está cambiando. No se puede ser testigo de los acontecimientos en el Norte de África y no comprender que los países que se apoyan en promesas de “estabilidad” — provenientes de dirigentes que no cambian y que tienen rígidas concepciones de los roles sociales y de género — ya no resultan sostenibles. Las aspiraciones y sueños frustrados de los que quedan relegados han empujado a millones de personas a la calle, mujeres junto a hombres, en demanda de oportunidades para dirigir y contribuir a la revitalización de sus sociedades y economías.

Este es un momento emocionante para las mujeres de todos los países: los gobiernos están reconociendo que no pueden seguir desarrollándose y prosperando sin tener en cuenta plenamente a la mitad de la población. La decisión histórica de los Estados Miembros de la ONU de crear ONU Mujeres, consolidando a cuatro entidades más pequeñas en una organización más grande y con más recursos, es una evidencia de ello, y señala el reconocimiento tan ansiado de que el logro de la igualdad entre los géneros y los derechos de las mujeres sea colocado a la par de otros asuntos urgentes del mundo como la erradicación de la pobreza y el hambre, la reducción de la mortalidad infantil y materna, y el dar solución a los problemas del cambio climático.

Todos estos asuntos, sin embargo, también originan desafíos. En momentos en que el impacto de una de las peores crisis económicas de los últimos 40 años se sigue sintiendo, uno de los desafíos más urgentes es atender la pobreza crónica y la inseguridad a la que se enfrentan la mayoría de las mujeres del mundo. Otro desafío es el cambio climático, que afecta diariamente a las mujeres de muchos países, especialmente de los países de bajos ingresos. Un tercer desafío, como nos lo recuerdan a diario las noticias que nos llegan de Japón, es la necesidad de seguir buscando fuentes de energía seguras, fiables y limpias.

Para poder hacer frente a esos desafíos es fundamental que los ciudadanos estén bien educados. El tema de este año de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de la ONU (acceso y participación de las mujeres y las niñas a la educación, la formación y la ciencia y la tecnología) enfatiza este hecho.

La transición de la educación al trabajo sigue encontrando muchas dificultades, especialmente en África y en Asia meridional, donde las mujeres siguen quedando atrás en el acceso a la educación superior, y en aquellos países de Europa y de otras regiones donde las mujeres ahora están a la par o sobrepasan a los hombres en lo relativo a diplomas superiores pero todavía encuentran trabas en las oportunidades profesionales.

Esto es particularmente cierto en las ciencias y la tecnología, donde pocas mujeres dirigen instituciones científicas o grandes compañías de tecnología. Las mujeres están igualmente poco representadas en la investigación y el desarrollo, sea en el ámbito universitario, el sector público o las empresas privadas. En el mundo, las mujeres son, en promedio, sólo el 29 por ciento de los investigadores en cualquiera de esos campos.

¿Por qué es esto así? Si bien los hechos muestran que no hay casi diferencia entre los sexos en el desempeño, las personas generalmente asocian a los hombres con las matemáticas y las ciencias, y a las mujeres con las humanidades y los servicios de asistencia. Estos estereotipos permean la sociedad y persisten en el ámbito universitario y los medios de comunicación.

Es hora de acabar con este ciclo. Como lo indica el informe del Secretario General a la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, la ciencia, la tecnología y la innovación pueden acelerar los esfuerzos por erradicar la pobreza, lograr la seguridad alimentaria, luchar contra las enfermedades, mejorar la calidad de la educación, aumentar las oportunidades de empleos dignos y mejorar la sostenibilidad medioambiental, que son todas áreas esenciales para hacer frente a los desafíos a los que se enfrenta el mundo hoy.

Si se desarrollan las competencias de las mujeres y se garantiza su acceso equitativo a todos los campos de la educación, se ampliarán el talento y las perspectivas a disposición de los países para hacer frente a esos desafíos, y permitirá a las mujeres competir por nuevos empleos en la creciente “economía verde” sobre la misma base que los hombres.

Las universidades tienen una función fundamental para que esto sea así. Una encuesta llevada a cabo por The Economist en 2005 mostró que si bien las universidades siguen siendo uno de los motores más importantes de la “economía de los conocimientos”, la competencia las está obligando a cambiar sus misiones, a encontrar nuevas maneras de movilizar recursos y a establecer nuevas alianzas. Los que buscan estar en primera línea de la agenda mundial, como lo apunta este Coloquio, también están buscando nuevos modos de hacer oír sus voces, de crear un impulso para el cambio y de generar amplios impactos en todos los niveles.

Éstos son, en un porcentaje extraordinariamente alto, los mismos temas y desafíos que encuentra actualmente el sistema de la ONU, y es por cierto el caso de ONU Mujeres. Estamos redactando nuestro Plan Estratégico para los próximos tres años y estamos estudiando los mismos asuntos. ¿Cómo se definirá y se medirá el “impacto”, la “importancia” y la “eficacia”? ¿En qué nivel? ¿Cómo podemos hacer oír las voces y ampliar el liderazgo de las mujeres, crear un impulso para el cambio y generar resultados amplios en todos los niveles?

Lo que estamos comenzando a comprender es que el progreso tiene que ser medido en términos absolutos y en términos relativos por igual. ¿Cuánto han logrado los países por comparación a su punto de partida en lo relativo a cerrar las brechas en los conocimientos, incluyendo las basadas en el género?

Por ejemplo, una noticia reciente indicó que sólo una universidad africana — la Universidad de la Ciudad del Cabo — está entre las primeras del mundo. Sin embargo, según la UNESCO, hay ahora 4,5 millones de estudiantes en la enseñanza secundaria en África subsahariana, por comparación a los 200.000 que había en 1970 — lo que de por sí es un logro increíble en lo referente a la educación. ¿Cómo ayudarán las universidades a abrir las puertas a estos jóvenes graduados para darles los conocimientos y las capacidades que necesitarán para tener un trabajo digno en el mundo de hoy?

¿Cómo se asegurarán que los caminos de movilidad social que abren las universidades sean tan amplios para las mujeres como lo son para los hombres, tanto como profesores que como estudiantes? ¿Cómo pueden ayudar ONU Mujeres y otros organismos de la ONU?

El ex Secretario General de la ONU Kofi Annan creó el Coloquio Mundial para sacar partido de la experiencia de los eruditos sobre los principales problemas a los que se enfrenta el mundo y para estudiar los modos de promover el valor que ofrece la educación superior a la sociedad en general y no sólo a los individuos. Uno de los mayores problemas de hoy, según el Secretario General Ban Ki-moon, son las desigualdades cada vez mayores, incluyendo las basadas en el género, que han acompañado al crecimiento económico en las últimas dos décadas. Él ha reunido a esta red de líderes universitarios con ONU Mujeres para que trabajemos juntos en la reducción de la desigualdad social y de género, y que promovamos el liderazgo de las mujeres en todos los sectores de la sociedad.

En los cincos meses que he estado aquí he hablado con muchas personas, en los organismos de la ONU, los gobiernos, los grupos de mujeres y otras organizaciones de la sociedad civil. Los mensajes que he recibido es que ONU Mujeres se tiene que centrar en unos pocos temas y lograr resultados visibles, que debemos trabajar conjuntamente con el sistema de la ONU y no haciéndole la competencia, que tenemos que apoyarnos en lo que ya se ha conseguido pero, al mismo tiempo, mejorar, y que debemos ser innovadores.

Para cumplir con estas expectativas, pretendemos trabajar estrechamente con una serie de socios, incluyendo a los gobiernos, la sociedad civil, el medio universitario y el sector privado. Nos apoyaremos en los puntos fuertes de las cuatro entidades que se fusionaron en ONU Mujeres, y combinaremos nuestras capacidades para hacer avanzar los acuerdos mundiales en materia de igualdad de género, con el apoyo programático de los países para implementar dichos acuerdos. Sin embargo, también haremos aún más y generaremos apoyo y resultados que vayan más allá que la suma de las partes.

En calidad de primera directora de esta nueva entidad, tengo la intención de que ONU Mujeres sea un catalizador del cambio, ofreciendo nuevas energías, generando nuevas ideas y aunando a los hombres y mujeres de diferentes países y orígenes para hacer avanzar la igualdad entre los géneros. Mi visión para ONU Mujeres es aquélla donde las mujeres y las niñas, los hombres y los niños tienen las mismas oportunidades y capacidades, donde las mujeres se sienten fortalecidas y donde los principios de la igualdad entre los géneros es inherente a todos los esfuerzos por respetar los derechos humanos y alcanzar la paz y la seguridad.

En la actualidad, ONU Mujeres está creando un plan de investigación y de acción basado en nuestras cinco prioridades temáticas: 1) liderazgo y participación de las mujeres, 2) erradicación de la violencia contra las mujeres y las niñas, 3) hacer participar plenamente a las mujeres en los procesos de consolidación de la paz, 4) aumentar la autonomía económica de las mujeres, y 5) hacer que las metas de la igualdad entre los géneros estén en el centro de los planes nacionales de desarrollo. Cada una de estas prioridades implica el estudio y análisis de datos, especialmente en el ámbito de los países, utilizando indicadores con los que se pueda medir las brechas de género y los progresos en subsanarlas, con el objetivo de probar que el progreso en materia de igualdad de género beneficia a la sociedad en general.

Cada una de estas áreas también implica acciones para obtener resultados, tanto en lo relativo a los programas a largo plazo como en el apoyo a corto plazo, midiendo la calidad y el impacto según criterios establecidos. Finalmente, ellas nos exigen que compartamos las historias de transformación, demostrando lo que es posible hacer cuando el poder de la mitad de la población del mundo se utiliza para el crecimiento económico, la vitalidad política y el desarrollo social.

Tomemos el caso del liderazgo y la participación de las mujeres. El porcentaje de mujeres en las legislaturas nacionales ha aumentado paulatinamente en la última década, pero sigue siendo poco más del 19 por ciento en promedio, lo que significa que siguen habiendo más de cinco hombres por cada mujer en la política. Para subsanar esta diferencia, ONU Mujeres trabaja creando capacidades para que las mujeres se presenten y ganen las elecciones, incluyendo el darles formación para que puedan crear plataformas políticas y movilizar a los seguidores. El Fondo para la Igualdad de Género que administra ONU Mujeres, proporciona considerable ayuda financiera a los gobiernos y a las organizaciones de la sociedad civil que trabajan para lograr la autonomía política y económica de las mujeres.

Ya hemos sido testigos de algunos éxitos: en países tan diversos como Albania y Rwanda, Nepal y Sudáfrica, los defensores de la igualdad entre los géneros se han aliado con los gobiernos y los parlamentos para adoptar medidas positivas, como las cuotas electorales, que han tenido éxito. Las cuotas han duplicado la cantidad de mujeres en el parlamento de Albania, a más del 16 por ciento. Nepal alcanzó el porcentaje mayor jamás alcanzado en Asia meridional de mujeres en la política, pasando del 2 por ciento a casi el 33 por ciento. En Rwanda, la adopción de una cuota del 30 por ciento resultó en un aumento en la representación de las mujeres hasta más del 50 por ciento de los escaños.

O tomemos el caso del empoderamiento económico. Las mujeres que tienen un ingreso propio pueden desafiar a las relaciones sociales establecidas en materia de género. Sus ingresos y ganancias pueden ser un impulso para la economía. El Informe sobre la brecha de género del Foro Económico Mundial calcula que para los 114 países para los que existen datos, los avances en materia de igualdad entre los géneros se relacionan positivamente con un mayor PIB. Esto parece obvio: como lo han demostrado el Banco Mundial y otras entidades, si se aumenta la participación y las ganancias de las mujeres en el mercado laboral, se genera un mayor crecimiento económico y se producen beneficios adicionales en lo relativo a la salud y la educación de la familia.

Sin embargo, en muchos países las mujeres siguen estando marginadas económicamente. El Informe sobre los ODM de la ONU para 2010 indica que en Asia meridional y en África subsahariana más del 80 por ciento de las mujeres que trabajan lo hacen en algún tipo de empleo vulnerable, sin beneficios ni seguridad, con poca paga y, en muchos casos, sin paga alguna.

Para subsanar estos problemas, ONU Mujeres trabajará con los socios de la ONU y con las instituciones financieras internacionales, de modo de crear una política de la ONU que dé prioridad a llegar a las mujeres más marginalizadas económicamente, especialmente en el medio rural. Tal como lo ha indicado UNICEF, invertir en los segmentos más pobres y marginados de la población, no es sólo un asunto de justicia y de derechos, sino que ofrece una alta tasa de rendimiento, hasta el 60 por ciento. Las mujeres que tienen poco para comenzar pueden progresar más con la misma cantidad de dinero.

Asimismo, nos centraremos en mejorar el entorno laboral de las mujeres para que las mujeres no tengan que sufrir más problemas relacionados con los sueldos y la promoción en los puestos de trabajo. Conjuntamente con la OIT, nos unimos a otros socios de la ONU para promover un piso de protección social que ayude a los que ya no pueden trabajar, sea por enfermedad o por edad, y a los que no pueden encontrar trabajo.

En lo que respecta a la violencia contra las mujeres y las niñas, si bien no tenemos datos comparativos de la incidencia, sabemos que es generalizada y persistente en todos los países del mundo, costando miles de millones de dólares a los países. En los Estados Unidos, por ejemplo, una estimación conservadora cifra en US$ 5,8 mil millones anuales los costos extra en cuidados de salud física y mental y en una reducción de la productividad. Se estima que esos costos anuales en Canadá son de un total de US$ 1,16 mil millones.

Sin embargo, necesitamos datos más rigurosos. ONU Mujeres está trabajando con la OMS y con otros socios de la ONU para establecer una serie estándar de preguntas que los países pueden incluir en las encuestas familiares, de modo que ningún país pueda decir que no sabía que el problema era tan serio porque no disponía de información. Estamos creando una serie de normas y servicios mínimos para que adopten los países en respuesta a esa violencia, como por ejemplo establecer líneas telefónicas especiales y refugios, garantizar que haya protección policial para las personas en situación de riesgo y que se dé acceso a los servicios de salud a las supervivientes de la violencia.

Finalmente, ¿qué decir de la paz y la seguridad? En ocasión de la primera Asamblea General de la ONU en 1946, Eleanor Roosevelt insistió sobre el hecho de que las mujeres tenían que tener la oportunidad de “participar en el trabajo de la paz y la reconstrucción como lo hicieron en la guerra y la resistencia.” Sin embargo, ONU Mujeres ha constatado que en 24 procesos de paz de las últimas dos décadas, las mujeres representaron menos del 8 por ciento de los equipos de negociación, con el resultado previsible de que las necesidades e inquietudes de las mujeres no figuran casi en los acuerdos de paz.

Un estudio de 585 acuerdos de paz establecidos entre 1990 y 2010 mostró que sólo el 16 por ciento contenía una referencia a las mujeres. Sólo el 3 por ciento de estos acuerdos contenían específicamente una referencia a la violencia sexual o de género. En sólo seis acuerdos de cese el fuego de todos los tiempos se ha identificado a la violencia sexual como una violación del cese el fuego.

Con todo, estamos viendo cambios. La ONU, bajo la dirección del Consejo de Seguridad, ha comenzado a orientar la respuesta hacia a la protección en vez de la simple ayuda, lo que significa que se reconoce la necesidad de ajustar las medidas de seguridad para prevenir los crímenes en masa contra las mujeres en los conflictos.

Los progresos en este sentido se aceleraron después que el Secretario General nombrara a la Sra. Margot Wallström como su Representante Especial sobre la Violencia Sexual en los Conflictos, con quien trabajo muy de cerca. En la actualidad estamos trabajando con el Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz para formar a los enviados por los países que contribuyen con tropas a prevenir y responder a la violencia sexual relacionada con los conflictos.

Para ayudarnos a avanzar con estos estudios y plan de acción estamos tratando de relacionar nuestra unidad de estudios y políticas con investigadores universitarios en los países donde trabajamos. En tanto que líderes dinámicos e importantes en sus países, ustedes no sólo son modelos importantes, sino que también tienen el poder de abrir puertas y de hacer posible el cambio para las mujeres y las niñas. Ésa es la razón por la que una asociación con el profesorado y con las universidades es tan importante, y por las que incluí a este Coloquio entre las acciones prioritarias de mi Visión y Plan de Acción.

¿Cómo podemos trabajar juntos para ayudar a las mujeres a tener un rol igualitario a la hora de establecer una agenda económica y política, asegurándonos de que, como dijera anoche el Secretario General Ban Ki-moon “el cambio se siga operando desde adentro”?

Como escribiera uno de ustedes en respuesta al documento inicial, sea lo que fuere que las universidades y la ONU puedan hacer juntas no se puede limitar a educar a las personas, sino que tiene que tener en cuenta el rol que cumplen las mujeres en sus grupos sociales y las estructuras de las sociedades que les dan esos roles, y que se reflejan en las constituciones y en las leyes que las hacen legítimas.

También tenemos que anticipar el futuro. Necesitamos que las universidades sigan apoyando los estudios innovadores que ONU Mujeres pueden promover en los países de todo el mundo. Por ejemplo, durante años los universitarios han propuesto maneras nuevas de medir el trabajo no remunerado de las mujeres, incluyendo encuestas sobre el uso del tiempo, para garantizar que el trabajo reproductivo de las mujeres sea tomado en cuenta en los modelos económicos. Es sólo ahora que esto está siendo utilizado por los responsables de las políticas, y todavía hay mucho por hacer.

Querría hacer cuatro propuestas. La primera es explorar cómo los profesores interesados pueden colaborar con los asesores superiores de políticas de ONU Mujeres para contribuir a la agenda de investigación de ONU Mujeres en cada una de las cinco prioridades temáticas. La segunda es establecer un Programa de Socios de ONU Mujeres que cree una red de profesionales comprometidos que puedan forjar un nexo permanente entre las universidades y el sistema de la ONU. La tercera propuesta es establecer un Programa de Pasantías en ONU Mujeres para los aspirantes a maestrías, como los que tienen otros organismos de la ONU. Y la cuarta propuesta es apoyar la Estrategia mundial para la salud de la mujer y el niño del Secretario General. Las propuestas 1 y 4 se presentan a estudio de los expertos en el transcurso de una sesión paralela, y las propuestas 2 y 3 se presentan a estudio de la sesión de presidentes universitarios.

Antes de pasar a los grupos de trabajo quiero decir que, en lo personal, la educación me ha hecho posible realizar lo que he creído importante durante mi vida. Después de terminar la secundaria, decidí que quería tratar a las personas que padecían todo tipo de enfermedades en las comunidades, muchas de las cuales podían prevenirse. Así que fui a la facultad de medicina, primero en la Universidad de Chile, y luego en Alemania Oriental donde también estudié alemán. Luego, después de trabajar durante unos años como médico en Chile, decidí estudiar sobre defensa, así que estudié estrategia militar en Chile y en los Estados Unidos, obteniendo una maestría de la Academia de Guerra del Ejército de Chile.

Más tarde, cuando mi partido fue elegido al gobierno en Chile, se me nombró primero Ministra de Salud y luego Ministra de Defensa. Estoy segura que ambos nombramientos ayudaron a que la gente comprendiese, cuando decidí presentarme a las elecciones como Presidenta, que también podía desempeñar ese puesto.

No es de asombrarse entonces que crea que la educación — de calidad y al alcance de todos — es la base más esencial para hacer avanzar la igualdad entre los géneros y la autonomía de las mujeres. Armadas con esa educación y con la confianza en sí mismo que ella da, no hay límites para lo que podemos hacer las mujeres, siempre y cuando haya un acceso equitativo a los empleos y a las oportunidades profesionales, y exista la determinación de cambiar el mundo.

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