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Género y Feminismo desde Guatemala

Continuar la lucha por el buen vivir en todos los espacios, desde la casa hasta el Estado, en el trabajo, las fábricas, el campo, las organizaciones sociales, la escuela y las universidades, fue uno de los horizontes del II Encuentro mesoamericano de estudios de género y feminismos. Ciudad de Guatemala. Del 4 al 6 de mayo se realizó en esta ciudad el II Encuentro mesoamericano de estudios de género y feminismos, llegando a contar más de 700 participantes. En las filas de inscripción y registro se veían muy diversos colores y texturas de ropa, sobresalían los huipiles bordados de las mujeres guatemaltecas. También se escuchaban distintos idiomas, y el trajín se alejaba de lo tedioso con las sonrisas que brotan por doquier, era el entusiasmo de abrir un espacio de reflexión a nivel mesoamericano.

Retomando la figura de la mujer escriba, en el 2001 se realizó el primer Encuentro en Antigua, Guatemala. “La mujer escriba significa la apropiación de las mujeres del conocimiento y de la escritura, para validar la histórica tradición oral de las mujeres e ir generando el conocimiento escrito que perdura a través de los tiempos.” Es así que se busca dar visibilidad al pensamiento feminista en aras de reconocer que no hay silencios ni vacíos en la historia en cuanto a aportación y participación de las mujeres se refiere, en todo caso lo que existe es un desconocimiento y no-reconocimiento.

Luego de diez años se realiza el II Encuentro mesoamericanos de estudios de género y feminismos. Avances y retos de una década 2001-2011”. La convocatoria fue hecha por el Programa de Género de FLACSO-Guatemala junto con otras quince entidades y organizaciones de mujeres en Guatemala. Es así que la convocatoria era amplia, no sólo por quienes se involucraron en la organización y diseño del Encuentro, también fue heterogénea porque iba dirigida a estudiantes, profesoras, investigadoras, escritoras, a nivel nacional, y de la región mesoamericana. Sin embargo, al final aunque la participación fue mayoritariamente mesoamericana, llegaron personas del resto Latinoamérica y de otras partes del mundo.

Consideraciones sobre el género y los feminismos

Es importante recordar que el género es una de las aportaciones hechas desde el feminismo a las ciencias sociales. Joan Scott (Scott, 2008), retomando a Gayle Rubin, aportó la categoría de género para analizar y entender las relaciones entre hombres y mujeres en los procesos de producción. Este concepto se tornó de gran utilidad, pues a decir de la misma Joan Scott, permite analizar a hombres y mujeres sin ubicarlos en esferas separadas, sino en relaciones entrelazadas. Al paso del tiempo, la palabra género ha perdido su “linaje”, quedando, en el mejor de los casos, como sinónimo de feminismo, o bien como un concepto utilizado con el objetivo de evitar referirse a alguna de las corrientes feministas, teóricas o no. A la par, la categoría género ha llegado a ser sinónimo de mujeres, dejando de lado al género masculino. De esta forma se desdibuja el énfasis en el hecho de que los géneros son construcciones sociales, ciertamente atravesadas por el sexo, pero no determinadas por éste sino por otros factores, que si son dejados de lado no permiten entender la complejidad de cómo se construyen las desigualdades sociales entre mujeres y hombres, y se pierden herramientas que ayuden a cambiar tales desigualdades.

Y así como es importante recordar de dónde proviene el concepto “género”, también es importante enfatizar que el Encuentro reconoce a los feminismos, así en plural, ya que éste no es homogéneo, sino múltiple y variado. El concepto del feminismo se remonta a 1882, que es cuando Hubertine Auclert utilizó públicamente el término por primera vez. De acuerdo a Alejandra Restrepo (PPELA-UNAM), las primeras manifestaciones feministas en América latina se dieron en 1853 en Colombia, 1876 en Chile, 1870 en México y Brasil, y hacia finales del siglo XIX en Ecuador, Uruguay, Cuba y Argentina. Es así que podemos hablar de las distintas “olas” del feminismo, cada una con reivindicaciones, formas de organización y de acción distintas. Por esta misma diversidad en el pensamiento feminista, es importante a su vez hablar de las mujeres y no de la mujer, para no caer en la misma naturalización que se busca revertir a través de los distintos aportes, teóricos y prácticos, de los feminismos. Es decir, reconocer la diversidad de situaciones y condiciones en las cuales nos encontramos las mujeres, las cuales estructuralmente se hayan atravesadas por factores como el género, el sexo, la edad, la raza y la clase.

El balance

De acuerdo a la Dra. Martha Patricia Castañeda Salgado (CEIICH-UNAM), la década que pasó entre el primero y el segundo Encuentro fue un proceso de institucionalización de los estudios de género y feminismos en toda la región. Es así que en diversas universidades se crearon y/o consolidaron posgrados y diplomados en estas áreas del conocimiento, además de que el género ha pasado a ser transversal en algunas curricula de facultades en diversas universidades mesoamericanas. Este proceso, en cuanto a la producción teórica ha llevado a impulsar un modelo de construcción colectiva, en el cual es posible distinguir distintas corrientes teóricas y políticas. Según la Dra. Castañeda Salgado, los aportes más relevantes provienen del feminismo de la descolonización, y del debate entre autonomía e institucionalización en distintos ámbitos: de movilización social y academia.

Del 2001 al 2011 la violencia contra las mujeres concretó su visibilidad como un tema por demás complejo, pues no sólo responde a causas estructurales, sino que también resulta distintas reacciones tales como represión a movilización social, avance en la escala social y participación en espacios considerados “públicos” y no aptos para las mujeres. El estudio de la violencia contra las mujeres ha aportado reflexión en torno a si se trata de violencia patriarcal, de dominación masculina o de opresión. Al mismo tiempo ha cambiado la perspectiva, y entonces las mujeres dejan de ser víctimas y se les considera sujetas históricas, recuperando así la memoria histórica, con lo cual se gana una herramienta para los movimientos de mujeres. Otro temas que han ganado relevancia son el de la migración; el mercado de trabajo y las organizaciones de la fuerza del trabajo; el cuerpo como frontera, territorio y discurso. Al mismo tiempo hay temas que han ganado “relevancia creciente” como los de género y comunicación; género y educación superior; género y cambio climático. Las miradas emergentes han sido aportadas por “las personas que encarnan a la diversidad sexual, genérica y cultural, ha supuesto la necesidad de ampliar la mirada teórica para entender las particularidades en que dicha diversidad se desarrolla.”

De acuerdo a la Dra. Martha Patricia Castañeda Salgado, otro avance, que a su vez implica un reto, ha sido que la generación del conocimiento ha ido recobrando una mirada desde Mesoamérica, es decir que ya no se trata de que quienes escriban sean personas externas a las realidades de la región, sino que somos personas de aquí, que no sólo reflexionamos desde aquí, sino que buscamos proponer otras formas de pensar y validad ese conocimiento. “Esto hace una diferencia importante para distinguirnos de quienes hacen investigación sobre esta zona geopolítica y cultural de manera exógena. Esto nos coloca en un escenario de continuidad con las feministas que marcaron la historia contemporánea en el feminismo centroamericano y latinoamericano, pero también nos obliga a reconocer las tensiones que tenemos ante nosotras.” En teoría feminista se habla del conocimiento situado e implicado, además de comprometido el cual busca revertir la hegemonía intelectual del norte del mundo, al mismo tiempo que se democratizan las instituciones académicas en tanto se propicia la formación de nuevas generaciones de investigadores e investigadoras, quienes tengan ya otras formas de pensar, de construir relaciones más equitativas.

Las mesas de trabajo

El Encuentro estaba dividido en tres dimensiones de análisis: simbólica; organización social, política y de participación; y organización económica y medio ambiente. De estos tres ejes se crearon un total de catorce ejes temáticos, subdivididos a su vez en mesas de trabajo, las cuales reunían a no más de seis participantes/ponentes. Algunos de los ejes fueron: Mujeres, arte y literatura; Comunicación y medios; Mujeres e historia; Ciencia, epistemología y academia feminista; Ciudadanía y participación política; y Economía, trabajo y desarrollo.

De todas las mesas, hubo aquellas que tuvieron más participación, no sólo por la cantidad de trabajos enviados para ser expuestos y compartidos con las y los asistentes, sino por la concurrencia de quienes organizaban los horarios del Encuentro para poder llegar a escuchar a tal o cual persona hablar de determinado tema, o bien para escuchar toda una mesa. Las mesas que más personas reunían fueron las relacionadas a la epistemología y las “otras epistemologías”. Ambas mesas reflejan el interés por entender los procesos cognitivos, es decir, los cómos, por qué y para qué de la teorización feminista. Acertadamente estas mesas correspondían al eje temático de la epistemología, es decir, desde un nivel filosófico, ya que aportaban profundas reflexiones.

En las “otras epistemologías” se presentaron varias autoras reflexionando y debatiendo acerca de la descolonización, decolonización y post-coloniamismo del feminismo. La primera mesa estuvo presidida en su mayoría por mujeres indígenas guatemaltecas, lo cual, a decir de Ochy Curiel (Colombia), feminista afro-descendiente, era un hito ya que normalmente eran las y los indígenas a estar del otro lado de la mesa, a ser quienes escuchan, y esta vez eran quienes exponían sus ideas. Ciertamente la sensación de quienes asistimos a esta mesa era de haber escuchado muchas ideas sugerentes por su novedad, aunque había quienes decían sentirse abrumadas por el nivel de abstracción y novedad. Incluso la Dra. Mercedes Olivera (CESMECA-UNICACH, Chiapas) comentaba que, no obstante el valor de las reflexiones desde las corrientes que buscan la descolonización de las mentalidades, aún falta trabajar para llegar a escuchar un pensamiento indígena que no sólo cuestione al occidente, sino que re-valore y re-dimensione su propia cultura para desde ahí cuestionar al positivismo en la generación del conocimiento, y encontrar otras formas de validación que no sean las misma, aun cuando se critique y cuestione a la sociedad occidental, heterosexual, blanca. Es decir, que aún falta re-valorizar y hacer visible la riqueza socio-cultural indígena, la cual efectivamente tiene otros paradigmas

Los retos

Además de lo dicho por la Dra. Castañeda Salgado en la inauguración del Encuentro, a lo largo de éste se hicieron por demás patentes una serie de retos y horizontes. Uno de ellos es la construcción de un puente entre la teoría y la práctica. En la mesa “Mujeres, medios y construcción de ciudadanía”, la periodista Rosalinda Hernández Alarcón (La cuerda, Guatemala-México) hizo notar cómo la comunicación y la información ejercida desde el feminismo, ya sea en la prensa, las radios comunitarias o plataformas de internet, son percibidas como eminentemente empíricas, sin que se les dedique tanta teorización, haciendo evidente esa brecha entre la teoría y la práctica. En la ponencia que yo misma presenté en la mesa “Feminismo, percepción y uso crítico de medios” proponía que el feminismo debe remontar tal dicotomía, contribuyendo así epistemológicamente. En otras palabras, es necesario re-valorizar los conocimientos de las organizaciones sociales, quienes desde su práctica cotidiana aportan metodologías y reflexiones. Estas son valiosas en tanto, muchas veces con pocos recursos, innovan o re-crean experiencias previas.

Por su parte, la Dra. Mercedes Olivera en sus reflexiones en torno a las “otras epistemologías”, comentaba la necesidad de aterrizar las teorizaciones para no caer en la abstracción del pensamiento por el pensamiento en sí, si no encauzar tales ideas a una puesta en práctica que transforme la realidad desde lo más cotidiano. Lo anterior tiene que ver con lo planteado por Rosalinda Hernández Alarcón, de salir del círculo feminista para que el resto de la población conozca las propuestas “alternativas”. En esto, los medios de información y comunicación tienen responsabilidad ya que son espacios desde donde generar y contribuir a la opinión pública.

De manera general, y como quedó asentado en la Declaración del Encuentro, los retos son fortalecer y consolidad las redes de trabajo e interacción, y tomar “conciencia de que solas no podemos enfrentar los techos de cristal y los muros que pretenden contener nuestras capacidades creadoras, nuestros derechos y nuestras aspiraciones.” Sin embargo, los retos se complejizan por factores externos, como la violencia estructural, y esta pasa por las medidas represivas que varios países de la región viven, y que se evidencian en la criminalización de los movimientos sociales. Casos emblemáticos son las feministas hondureñas que se manifestaron contra el golpe de estado en su país en 2009, y que ahora protestan contra el gobierno ilegítimo de Porfirio Lobo. O bien, el caso de las feministas y mujeres nicaragüenses que luchan por la despenalización del aborto terapéutico en su país. En ambos caso, mujeres y feministas son perseguidas, hostigas, atacadas por parte del Estado. Por su parte, en Guatemala están los casos de hombres y mujeres que han sido violentamente reprimidos por protestar en contra de las represas que quieren ser construidas en sus territorios, incluso sin el consentimiento de la población que sería afectada, lo cual ha provocado cruentos desalojos.

Así, de los retos, se abren horizontes, entre ellos y de forma inmediata, el compromiso de renovar el pacto “para continuar la lucha por la vida, por el buen vivir, en todos los espacios: desde la casa hasta el Estado, en el trabajo, en las fábricas, en el campo, en las organizaciones sociales, en la escuela y en las universidades.” Esto quiere decir solidarizarse y apoyar activamente a las mujeres y hombres víctimas de violaciones torturas y asesinatos, al pueblo hondureño, y pugnar por la desmilitarización de la región.

«Para combatir el antisemitismo no hace falta ser judío, como para luchar contra el racismo no hace falta ser negro. Lamentablemente, a veces parece que para combatir la discriminación de la mujer hace falta ser mujer». (Soledad Gallego-Díaz)

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