MUJERES DESTACADAS >

La crisis, una oportunidad para las mujeres

La autora habla del papel de la mujer en relación al mundo del trabajo, su acceso, su equiparación al hombre, sus condiciones, y en estos tiempos de crisis económica. Opina que no se irá marcha atrás en muchos derechos de las mujeres, aunque cree que no se seguirán implementando políticas de igualdad como hasta ahora se venía haciendo.1. Crisis financiera

Para analizar la situación de las mujeres en los momentos de crisis económica por la que atravesamos a escala mundial, y cómo les va a afectar en el largo camino hacia la igualdad, hemos de recordar la historia reciente de la incorporación de las mujeres al mundo del empleo. Para alcanzar la igualdad en otros ámbitos de la vida, es imprescindible comenzar por tener un empleo remunerado. Es decir, es imprescindible alcanzar la independencia económica, que nos permita ser autónomas, tener voz y voto independientes del entorno familiar y/o de pareja. En realidad no es nada distinto de lo que sucede a los varones. Todos los estudios realizados sobre ciudadanía y democracia reconocen que para ser ciudadano libre hay que comenzar por tener cubiertas las necesidades primarias. Sin trabajo, sin medios de subsistencia, somos esclavos, o estamos sometidos a opinar como opinan nuestros amos. En el caso de las mujeres el «amo» ha sido tradicionalmente el marido, porque nuestra subsistencia ha dependido siempre de ellos .Únicamente aquellas mujeres procedentes de las clases nobles, y de la burguesía más tarde, fueron quienes pudieron comenzar a acceder a la formación y pudieron opinar en el ámbito político. Ellas fueron las artífices de la reivindicación del derecho al voto. Así pues, partiendo de ese planteamiento inicial, las mujeres a partir del siglo XX tuvieron claro que había que acceder a la educación y, a continuación, incorporarse al mundo del trabajo. El siguiente paso ha sido realmente muy costoso y ha pasado por poner en evidencia cuál era la situación de las mujeres: visibilizarnos, saber cuántas éramos, donde estábamos, qué sabíamos, cuantas trabajábamos y en qué. Como decía María Pazos en una reciente conferencia, «se empezaban a desagregar por sexos las estadísticas de empleo e ingresos; y en todos los ámbitos estaban saliendo a la luz las desigualdades de género, pero con la recesión, peligrosos vientos han empezado a soplar»[1]. Efectivamente, en situaciones de crisis los sectores más desfavorecidos son los que primero la sufren. Estamos sufriendo una durísima crisis, que en el caso de nuestro país con el estallido de la burbuja inmobiliaria, que era la que nos había hecho despegar en el crecimiento, ha provocado unos enormes niveles de paro. Aunque en una primera fase ha afectado más a hombres que a mujeres, precisamente por ser en la construcción un sector donde menos mujeres hay contratadas, al comenzar a extenderse a otros sectores, como los servicios, ya afecta a la tasa de empleo femenino, que además nunca había llegado a ser equivalente a la masculina. Ha vuelto a surgir la idea de que lo importante para la sociedad es que en las familias debe haber al menos un sueldo, con lo que de nuevo se vuelve a olvidar que el derecho al empleo es un derecho individual y no familiar, estando mal visto que mientras hay familias con todas las personas activas que las forman en paro, haya otras en las que trabajan todas: se empieza a ver con malos ojos de nuevo aquello de que la mujeres ocupen un puesto de trabajo dejando en el paro a «padres de familia», se trata de volver a reivindicar el papel del varón como «sostén de la familia». Debemos dejar claro que tanto hombres como mujeres estamos afectados por la crisis y que las mujeres están más afectadas dado que todavía no se habían alcanzado las tasas de población activa que tenían los varones.

2. ¿Cómo afecta la crisis a las mujeres?

Podemos enfocar la respuesta desde dos puntos de vista. Podríamos considerar que los momentos de crisis afectan favorablemente a las mujeres. Podemos recordar que en crisis anteriores, no precisamente económicas, sino bélicas, se produjo una incorporación masiva de las mujeres al mundo del trabajo, al ser necesaria mano de obra por estar los varones en el frente. Es cierto que al finalizar el conflicto algunas mujeres volvieron al hogar, pero también lo es que muchas de ellas pasaron a ser población activa de manera definitiva. En esta misma línea, podríamos decir optimista, se puede considerar que esta crisis económica solo puede resolverse con un cambio del modelo productivo, y podría aprovecharse para un cambio de modelo de sociedad terminando con el patriarcado que no solo es sufrido por las mujeres, sino que se puede decir que es motivo de empobrecimiento y atraso de las sociedades. La crisis afecta de manera diferente a los distintos grupos de población. Los grupos más poderosos desde el punto de vista económico pueden reducir en parte su patrimonio sin que afecte a sus condiciones de vida. También afecta de manera distinta a hombres y a mujeres. Tanto el Parlamento europeo como Naciones Unidas han analizado el impacto de la crisis sobre las mujeres, constatando que es más severa en países con bajos niveles de seguridad social, debido a la mayor posibilidad de desempleo y al trabajo a tiempo parcial entre las mujeres. Por tanto podemos afirmar sin lugar a duda que la crisis afecta más a las mujeres, incluso a escala mundial se considera ya que un elevado porcentaje de niñas en los países más pobres abandonarán los colegios estimándose que un 64% de ellas ya no volverán.

3. Situación del empleo de las mujeres

El informe de la OIT de marzo de 2008 Global employment for women, analizaba el fuerte impacto que tendría la crisis financiera y la reestructuración de las empresas sobre el empleo y desempleo de varones y mujeres; ofrecía algunas cifras globales: En 2008 el 6,3% de la fuerza de trabajo femenina mundial estaba buscando empleo y el 5,9% de la masculina. Era previsible que en los siguientes años la diferencia porcentual se incrementase, produciéndose mayores brechas de género en la participación laboral de las mujeres. Y ello precisamente cuando se estaba consolidando la progresiva integración de las mujeres en el mercado laboral. Esta crisis puede producir un estancamiento en la inserción laboral de las mujeres, ya que en el ámbito del empleo existe todavía una enorme brecha entre la situación de hombres y mujeres tanto desde un punto de vista retributivo como desde el tipo de trabajo siempre en peores condiciones, la mayor parte del trabajo de las mujeres se desarrolla en niveles de responsabilidad inferior a las de los hombres, incluso cuando la formación de ellas es superior. También son más fáciles de despedir porque la mayor parte de los puestos de trabajo precario están ocupados por mujeres, así como la mayoría del trabajo a tiempo parcial es desempeñado por mujeres. La incorporación de las mujeres en el empleo se vio favorecida por las políticas de protección social referidas a los cuidados y a la corresponsabilidad. A día de hoy se constata que muchas de las medidas tomadas para estimular la economía suponen un freno a la protección social, siendo ésta determinante para la incorporación de las mujeres. Según el Instituto de la Mujer los datos de actividad, ocupación y paro para 2009 son los siguientes:

Cómo podemos ver todavía muy lejos de alcanzar la igualdad. Ha costado 10 años lograr un incremento de 10 puntos porcentuales en la tasa de actividad femenina pasando de un 40,96% en 2001 a un 51,70% en 2009, estando a casi 10 puntos del objetivo que se contemplaba en la estrategia de la Unión Europea para 2010 que debía de ser del 60%. Y es previsible que los datos del paro femenino todavía sean peores en 2010 y 2011, ya que como hemos dicho antes, la crisis que comenzó en sectores poco feminizados está pasando de la construcción a otros ámbitos donde la mujer está más representada y los resultados pueden ser un paso atrás difícil de superar.

4. Cambio del sistema productivo: papel de las mujeres

Para evitar que la crisis ponga en entredicho los avances logrados en el último siglo y podamos continuar avanzando en el camino de la igualdad la solución debe ser un cambio de modelo hacia una economía responsable. Debemos cambiar el modelo económico que asocia crecimiento a bienestar, por el de sostenibilidad y responsabilidad. Dar tanto valor a la producción como a la distribución, al crecimiento como a la calidad de vida y al desarrollo como a la sostenibilidad. Una nueva forma de crecimiento que de importancia de modo determinante a la posición real de las mujeres en las relaciones de producción, los mecanismos distributivos y los indicadores de desarrollo. Las condiciones de acceso a la producción, a la distribución y al desarrollo no son las mismas para las mujeres que para los varones. Este cambio de modelo productivo debe estar basado en la consolidación del Estado de Bienestar y en la intensificación de una economía competitiva que garantice los derechos adquiridos de los trabajadores para lo cual es imprescindible poner el acento en el desarrollo de las nuevas tecnologías, en las que las mujeres tienen que apoyarse impidiendo en este ámbito una nueva brecha de desigualdad de género. Si bien es cierto, como dice Amelia Valcárcel, que el resultado de las crisis perjudica a las mujeres y también a los varones, fijándose en la crisis del 29, que dio lugar a una guerra, es también cierto que, como consecuencia de dicha guerra, las mujeres se incorporaron al mundo del empleo y ya muchas de ellas no lo volvieron a abandonar. Cuando se sale de dicha guerra se pactan cambios de políticas y se comienza a desarrollar el Estado de Bienestar, es decir, que después de una crisis hay algunos cambios, aunque no necesariamente van a ser para bien, pero es posible aprovecharlos para que lo sean. Es verdad también que sería necesario ese cambio de modelo que algunas estimamos imprescindible no solo para alcanzar más altas cotas en la igualdad de género, sino si queremos que el planeta continúe desarrollándose en paz y en libertad. Entiendo que la verdad estaría a medio camino entre la teoría de las feministas que reivindican una nueva economía con todos los cambios necesarios, poniendo el acento en otros valores como son los cuidados para que la sociedad se mantenga y desaparezca a la larga el modelo de sociedad patriarcal, y el discurso de Valcárcel que considera que no iremos hacia ese camino, y que solo cuando cambie todo en el mundo esto beneficiará algo a las mujeres. Por así decirlo, creo que la primera hipótesis, que sin duda suena bien, no se va a lograr porque como también reconoce Pazos, ahora como consecuencia de la crisis está mal visto que se pretenda seguir haciendo hincapié en políticas que favorezcan la incorporación de la mujer.Incluso nadie se acuerda de seguir insistiendo en el desglose estadístico por sexo que permita seguir poniendo en evidencia que seguimos estando muy lejos de alcanzar el nivel de población activa femenina que se consideraba necesario para el año 2010 si se quería que Europa fuera la locomotora del mundo que tirara del crecimiento. Igualmente se han olvidado como también ella dice los informes de impacto de género que deberían acompañar a todas las medidas económicas aprobadas, algo así como: «además de todos los problemas que tenemos, ahora vamos a tener que fijarnos en esas cosas». Efectivamente no podemos esperar que entre las medidas que se pongan en marcha haya algunas que favorezcan el empleo para las mujeres. Es más, yo también recuerdo que la anterior reforma laboral aprobada, donde se puso el acento en el empleo a tiempo parcial, no se hizo para favorecer a las mujeres ni mucho menos ya que consideraba entonces, y sigo pensándolo ahora, que el trabajo a tiempo parcial impide que las mujeres tengan un desarrollo profesional equiparado con los de los varones de su misma formación, pero hay que reconocer que sirvió para que un número muy importante de mujeres se incorporara al mundo del trabajo. Efectivamente, siempre es por caminos tortuosos y poco igualitarios por los que alcanzamos a participar en la sociedad. Pero si miramos hacia atrás podemos reconocer que aunque en peores condiciones que los hombres, con empleos a tiempo parcial o en precario, entrando y saliendo del mundo laboral, cada vez son más las mujeres que se niegan, bien conscientes de que es un avance o bien por necesidades económicas, a volver a sus hogares a ocuparse en exclusiva de las tareas de reproducción, lo que sin duda nos sitúa en desventaja absoluta y sirve solo para perpetuar la sociedad patriarcal. Quiero decir con esto que haya las crisis que haya, las mujeres del mundo desarrollado e incluso en desarrollo no volverán a estar sin los derechos fundamentales, no volverán a no tener derecho a voto, no volverán a quedarse en casa sojuzgadas y explotadas ocupándose de la prole, no volverán a tener hijos sin desearlos y sabrán que en general las mujeres no son tontas y no quieren verse asimiladas a la madre naturaleza y servir solo como paridoras y cuidadoras. Esto no tiene marcha atrás, aunque habrá muchos intereses en contra y cuando haga falta mano de obra, igual que se recurre a la emigración, se recurre también a las mujeres, y cuando hay crisis se trata de devolverlas al hogar.

5. Incorporación de las mujeres en una economía sostenible

Sin duda los crecimientos que se producen con las crisis suelen ser dolorosos, pero quiero creer que al salir de las mismas, y sin discutir que luego puede haber otras, se producirá un avance que beneficiará a varones y mujeres no porque se haya pensado en éstas, sino porque a esta aldea global no le queda más solución que cambiar de modelo productivo. El desarrollo debe ser sostenible, o no lo será. En esta sostenibilidad deben estar incluidas las mujeres porque, sin duda, no va a ser posible mantener ese mismo modelo de producción que implica también la reproducción de la prole que es la que va a permitir la producción, porque las mujeres no van a parir numerosos hijos, ni van a cuidar a los ancianos, simplemente porque van a tener que trabajar para mantenerse. Creo que no es una cuestión de querer favorecer a las mujeres, sino que no hay otro camino. Es irreversible que se produzca este nuevo modelo de sociedad. Es cierto que no en todos los países del mundo va a producirse a la misma velocidad y que, como siempre sucede, las fuerzas reaccionarias actuarán en sentido contrario a dicho cambio. El avance no se producirá de manera lineal, sino que como sucede también siempre en la historia funcionará más bien como una espiral, de forma que transcurrido un tiempo habremos avanzado, aunque a veces tengamos la impresión de ciertos retrocesos. Si nos mantenemos en un modelo de producción y consumo como el que existe actualmente en los países del mundo occidental sabemos ya que las materias primas serán insuficientes para mantener la vida, con el desarrollo demográfico que se produce en el resto de los países. Uno de los problemas que preocupa a los demógrafos es el hecho de que el número de nacimientos que se producen en los países occidentales están muy por debajo del 2,1 que es lo que se considera necesario para mantener el actual nivel de población, por ello se ponen en marcha políticas natalistas que han demostrado poco éxito, ya que las mujeres que han alcanzado un nivel de formación elevado no están dispuestas a quedarse en casa cuidando de los hijos. Son en general las mujeres emigrantes las que consiguen incrementar la tasa de natalidad en estos países. Por otro lado, en sentido contrario, el número de nacimientos en los países más pobres continúa incrementándose, siendo imposible cubrir las necesidades primarias de la población. En estas condiciones, únicamente las políticas dirigidas a las mujeres en materia de sanidad y educación harán posible que se realice el control de natalidad imprescindible para que el crecimiento de la población en estos países no esté en las desmesuradas tasas actuales. Solamente políticas progresistas que incidan en la incorporación de las mujeres a la sociedad, que permitan por tanto el aprovechamiento de los talentos de la mitad de la población, y que valoren las actividades de cuidadoras que hasta ahora han desarrollado en exclusiva las mujeres potenciando un reparto de las mismas entre varones y mujeres, harán posible un desarrollo equilibrado en todo el mundo.

6. El papel de las religiones en el futuro de la nueva sociedad

No quiero dejar de hacer una referencia a algunas de las, a mi juicio, fuerzas más reaccionarias que van a tratar de impedir estos cambios, utilizando cientos de argumentos, alguno de ellos incluso teóricamente en defensa de las mujeres. Es bastante lógico pensar que en situaciones límites como son las que hay en muchos de los países subdesarrollados, aprovechándose de la falta de formación de las mujeres, y ante las enormes dificultades de este tipo de existencia, las religiones consigan convencer a hombres y mujeres de que en una futura vida serán más felices. De todos es conocido que las religiones tratan de mantener el sometimiento de las mujeres a los varones, así como ocuparlas básicamente en el cuidado de la prole por medio de prohibiciones del control de natalidad, que además pueden producir, como así ha sido en las últimas décadas, verdaderas pandemias que terminan con la vida de millones de personas como el caso del VIH, básicamente en el continente africano. Pero lo más sorprendente es que hemos empezado a escuchar, directamente de las propias mujeres en algunos casos, que precisamente son las religiones las que en esas situaciones pueden ayudarlas. La verdad es que hay que reconocer que la vida en algunos casos es tan difícil que es fácil creer en promesas futuras para poder seguir adelante día a día, pero es imprescindible reivindicar la necesidad, la imprescindible necesidad de la laicidad para alcanzar la igualdad entre mujeres y hombres. Creo que las interpretaciones dogmáticas y tradicionales de las religiones —cualquiera de ellas— para las mujeres suponen la mayor desgracia que pueden tener. Todas ellas están basadas en el sometimiento al varón, a las jerarquías, a las obligaciones, la humildad, la obediencia, todo son palabras que sólo valen para que las mujeres no salgan de las tradiciones y transmitan esas tradiciones a sus criaturas y de esta manera mantengan sus comunidades, sus países, en definitiva la sociedad en los mismos estándares, y con los mismos privilegios para los mismos. No es de extrañar que cuando las sociedades se desarrollan y hombres y mujeres alcanzan altos niveles de formación, también pasan de la religión, se convierten en sociedades laicas, quedando las actividades religiosas reducidas a celebraciones que muchas de ellas tienen que ver con cambios de estación, reuniones familiares, etc. También es lógico pensar que hay veces en que la desesperación hace buscar algún cabo al que agarrarse, pero hay que convencer a las mujeres de que no se dejen engañar por promesas que solo les harán continuar en las peores condiciones o, en casos extremos, terminar con sus vidas o las de sus hijos. Ninguna de las religiones va a salvar a las mujeres de su situación de inferioridad, han pasado los suficientes siglos como para haberlo podido comprobar. La única salvación para las mujeres está en ellas mismas. En ser capaces de controlar su vida, y decidir su reproducción.


NOTAS:

  1. ®Conferencia «Frente a la crisis económica: el papel de la igualdad de género en un nuevo New Deal Global», impartida en la Conferencia-Jornada «22 de Febrero Día por la Igualdad Salarial entre Mujeres y Hombres», organizada por la Plataforma Andaluza de Apoyo al Lobby Europeo de Mujeres, 17 de febrero de 2010, Madrid.

Compartir esta publicación: